miércoles, 21 de marzo de 2012

Cuento animalista: Anita y los tres perritos.


Era una noche fría, muy fría, con viento helado. Junto a un contenedor de basuras, en una cajita de cartón, tres cachorritos recién nacidos habían sido abandonados. Su mamá... ¿dónde estaba su mamá? Echaban de menos su calorcito, tenían mucho frío, y ya empezaban a tener hambre. La buscaban llorando y abriendo y cerrando su boquita. De repente una sombra enorme apareció encima de ellos... Era una niña llamada Anita, que había oido los llantos. Cuando los vio entendió rápidamente que los cachorritos necesitaban su ayuda.
Fotografía: Yesenia Pineda.

Con mucho cuidadito recogió la cajita y temblando de la emoción los llevó a casa. Sabía que tenían que tomar biberón, así que fue al veterinario Mario para que le diera un biberón y leche de cachorritos para alimentarlos. Sabía que necesitaban estar calentitos, así que llenó una botella de agua caliente, la envolvió en una toalla para que no se quemaran y los puso junto a ella. Con mucho amor y cuidadito Anita les iba dando el biberón cada dos horas, y los pequeñines lo agarraban con sus patitas. ¡¡Qué rico!! Y Anita se ponía muy contenta, se sentía como su mamá. Después de comer, los chiquitines se quedaban dormiditos, tapaditos y calentitos. Anita les puso nombre: Candy, Hope y Vantan.

Gracias a los cuidados de Anita, Candy, Hope y Vantan fueron creciendo. Aprendieron a andar, a correr, a jugar. ¡Qué grandes se estaban poniendo! Perseguían a Anita a todas partes, porque ella era la mamá que les había cuidado y alimentado. Su mamá Anita les quería mucho y ellos eran felices. Pronto los pequeños comenzaron a comer pienso y dejaron la leche... Anita los enseñó a comer su comida en sus platitos. Los ponía a comer en el pequeño patio, bajo un rayito de luz. Vantan, Candy y Hope comían, muy contentos, y luego comenzaban a jugar, a correr por el patio. Estaban descubriendo el mundo, todo era nuevo y muy interesante. Querían oler todo, morder todo... Aún estaban aprendiendo a correr y a veces querían hacerlo tan rápido que se resbalaban y se caían, pero se levantaban rápidamente y seguían corriendo y jugando. Anita jugaba con ellos y se reía. ¡¡Eran tan simpáticos!!

Pasados unos meses, llegó el momento de que los cachorros fueran a sus nuevos hogares. Los dueños elegidos eran todos amigos de Anita, porque ella quería seguir viendo a sus bebés. Cuando Anita se tuvo que despedir de sus cachorritos se puso muy triste, los iba a echar mucho de menos, pero sabía que tenían que irse, y en sus nuevos hogares iban a estar muy bien atendidos y los iban a querer mucho, así que les dio un besito y se marchó, muy triste. El tiempo pasó y los cachorritos se hicieron mayores. Todos estaban sanotes y contentos en sus nuevas casas, habían hecho nuevos amigos y daban largos y divertidos paseos con sus dueños.

Un día, Anita estaba sentada en el banco de un parque. Estaba esperando, nerviosa, a que llegaran sus amigos con los cachorros. De repente se escucharon ladridos a lo lejos y Anita los vió. ¡¡Estaban enormes!! Candy, Vantan y Hope corrieron hacia ella, moviendo el rabo. Anita se sentó en el suelo y los abrazó, los acarició... Los cachorritos corrían y saltaban felices a su alrededor sin parar de ladrar. Si Anita hubiera entendido el lenguaje de los perros habría sabido que lo que los cachorros decían era: ¡¡Mamá, mamá, mamá...!! Porque ellos no la iban a olvidar jamás.

Al rato todos se relajaron. Candy, Hope y Vantan se tumbaron junto a Anita con las cabecitas apoyadas en sus piernas. De vez en cuando abrían los ojos, la miraban y sonreían. Como no podían hablar, la miraban para decirle: ¡¡Mami, gracias por salvarnos aquella noche fría, ayudarnos a vivir y hacernos tan felices!! Y Anita supo entonces que había hecho algo importante, y supo que quería repetirlo: QUERÍA AYUDAR A TODOS LOS ANIMALITOS QUE LO NECESITARAN PARA QUE TODOS LA MIRARAN DE AQUELLA MANERA TAN ESPECIAL.

lunes, 12 de marzo de 2012

Tu perro, para siempre.

Soy tu perro para siempre, no tu perro "hasta que..."

No soy tu perro hasta que encuentres una novia.
No soy tu perro hasta que tengas un bebé.
No soy tu perro hasta que tengas que mudarte.
No soy tu perro mientras tengas tiempo.
No soy tu perro hasta que me haga viejo.

SOY TU PERRO PARA SIEMPRE.

Si no puedes darme un "para siempre", entonces no soy tu perro.

ASÍ DE SIMPLE.


lunes, 6 de febrero de 2012

PERROS EN LA TERCERA EDAD (COMPARTIR)

Envejecer es propio de la naturaleza no sólo humana, sino también animal. Por ello, es importante tener este aspecto en cuenta, particularmente si en nuestra casa hay una mascota. En el caso del perro, el médico veterinario Sergio Aguayo advierte que, mientras más grande es, más rápido envejece. Por el contrario, mientras más pequeño es, más longevo será. Así, los perros de razas grandes pueden vivir entre 12 a 15 años en general. En cambio, lo más pequeños pueden llegar a vivir hasta 25 años.

SÍNTOMAS

Según el doctor Aguayo, un perro que pasó los ocho años de edad, es un perro que empezó a envejecer.

"Es bueno saber que con la llegada de esta etapa, comienzan a aparecer pelos blancos en la cara, en el bigote y se muestran menos ágiles, pues surgen problemas articulares degenerativos", explica el especialista.

Junto con ello, enfatiza que es fundamental que el animal no esté gordo, pues de lo contrario, ejercerá más presión sobre las articulaciones.

Dicho de otro modo, la obesidad es un factor que reduce la expectativa de vida en los perros, la cual en esta etapa se ve incrementada por un cúmulo de grasa que se debe a una disminución en la capacidad digestiva del perro. La falta o disminución del ejercicio que realiza también contribuye a que se presente obesidad.

La pérdida del apetito y, por lo tanto de peso, ya sea por problemas dentales o bien alguna enfermedad, es también un factor que interviene en el envejecimiento debido al menor aporte de nutrientes, puesto que las células pierden la capacidad de regenerarse y cumplir con sus funciones normales.

"La preocupación por la dentadura del perro debe ser permanente, y más especialmente durante la vejez, pues estos problemas tienden a agravarse con la edad", comenta el médico veterinario.

A igual que las personas mayores, los perros más viejos también sufren fallas en sus sentido. Aparece así la sordera y la disminución o pérdida de la visión. También hay una disminución en el sentido del gusto, lo cual lleva a un desinterés por el alimento y por lo tanto a una baja de peso. La capacidad de regular su temperatura también disminuye y una exposición prolongada al frío puede causar una hipotermia, es decir, una baja en su temperatura corporal. En síntesis, los perros viejos requieren tanto cuidado y cariño como nuestros propios abuelos: en muchos casos, nuestros mejores amigos.

Fuente: Diario El Mercurio de Valparaíso (Sábado 5 de Abril de 2008)